Ocurre, a veces, que la forma tiene prioridad sobre el color; por ejemplo, un determinado mineral puede presentar diferentes coloraciones debidas a agentes externos, pero lo importante en él es la forma de sus caras. Otras veces, por el contrario, es el color el que priva sobre la forma, y así, una multitud de globos de colores nos dará una sensación de alegría, de fiesta, no por su forma, que puede ser muy variada, sino por sus múltiples colores.
Desde muy antiguo, el hombre sensible ha unido la forma al color de modo indisoluble. Los antiguos griegos, que fueron maestros y creadores indiscutibles de la forma, coloreaban sus esculturas y obras arquitectónicas. Siempre se ha creído que las griegas no tenían color; error debido a que solo la conocían por las copias romanas que, ciertamente, las esculturas nunca tuvieron color.
Hasta el siglo XIX, los rigurosos amantes de la forma pensaban que sólo aquella era válida, porque era inmutable, y por ello podía ser sometida a la razón, mientra que el color, siempre fugaz y variable en función de la luz, no podía ser aprehendido por la razón, y solo se percibía como sensación difícil de ordenar.
¡ Como si la sensibilidad no fuese un factor primordial en el ser humano!
Hoy todas esas concepciones han sido revisadas y se concede a las " sensaciones" humanas tanto valor como se le pudo conceder a la razón en los pasados siglos. Por ese motivo es tan importante la forma como el color.
El color es una sensación producida por la luz. El ojo recibe la luz y transmite esa sensación al cerebro. En las siguientes entradas seguiremos hablando del color.
No hay comentarios:
Publicar un comentario